domingo, 22 de enero de 2017

LIDERAR CON COMPETENCIA Y CARÁCTER


Timothy R. Clark en su libro “Leading with Competence and Character. Moving beyond title, position and authority”, plantea que hay que desenmascarar el falso concepto de que el liderazgo sólo está relacionado con el título, la posición y la autoridad, sino que para llegar a ser un mejor líder es necesaria una profunda introspección y un auto descubrimiento nacido del deseo de marcar una diferencia en el mundo.

El fundamento en el que se va a construir se basa en dos aspectos: el carácter y la competencia. Los grandes líderes se construyen desde dentro, para lo cual  hay que comenzar con el carácter que se va a apoyar en cuatro pilares: integridad, humildad, responsabilidad y coraje y en la competencia que se va a centrar en el aprendizaje, cambio, juicio y visión.

Existen una serie de teorías que inducen al error sobre el liderazgo que son:

1.- El liderazgo se fundamenta en el carisma. Si tienes un magnetismo personal y estilo eres un líder.

2.- El liderazgo se basa en la elocuencia. Si tienes la facilidad de expresión de Churchill eres un líder.

3.- El liderazgo se asienta en el poder. Si eres un alto ejecutivo o un general eres un líder.

4.- El liderazgo se apoya en la antigüedad. Si has sobrevivido a todos los demás eres un líder.

5.- El liderazgo se basa en el día a día. Si trabajas en relación con los asuntos importantes cotidianos eres un líder.

6.- El liderazgo tiene que ver con la popularidad. Si todos te quieren eres un líder.

7.- El liderazgo implica fama. Si eres conocido eres un líder.

8.- El liderazgo significa ganar. Si has derrotado a tus oponentes eres un líder.

9.- El liderazgo se apoya en las riquezas materiales. Si tienes dinero eres un líder.

10.- El liderazgo se relaciona con la educación. Si tienes un título superior y las credenciales adecuadas eres un líder.

Clark ha encuestado a miles de profesionales en todo el mundo y les ha hecho la siguiente pregunta: “¿Qué palabra es la que capta mejor la esencia del liderazgo?”. La respuesta ha sido influencia.  Pero no cualquier tipo de influencia sino la que está dirigida a conseguir algo bueno y noble. La forma de generar este tipo de influencia se basa en ejercer de modelo.

Los humanos somos animales sociales y nos influimos continuamente unos a otros. Si interactuamos con los demás les influimos y ellos nos influyen. Hasta nuestra ausencia puede influir. La pregunta que tenemos que hacernos es: “¿Cómo vamos a influir y con qué finalidad?”

Si consideramos la influencia en un amplio espectro tenemos que un aspecto es el de la manipulación: utilizar la influencia para obtener ventajas personales. Puede tener un fin aceptable como en el caso de una madre que alterna en la comida que le da a un bebé algo dulce y un puré de verduras, por ejemplo o puede ser destructiva. Otro extremos del espectro es el de la coacción por el que forzamos a los demás para obtener nuestro objetivos. Mientras la manipulación se basa en utilizar medios sutiles la coacción se fundamenta en el uso de la fuerza bruta. Si tratamos de influir en los demás a través de la manipulación o coacción estaremos abandonado las formas legítimas de influencia y no estaremos liderando.

En un punto medio del espectro nos encontramos con la persuasión que se basa en el carácter y en la competencia, que hacen que no sean necesarias ñas amenazas, las intimidaciones, el miedo o las traiciones.

Las personas percibimos los patrones de influencia de los demás rápidamente. Si tenemos un nuevo jefe, profesor o amigo les observamos y buscamos sus patrones de influencia y aplicamos analíticas predictivas basadas en lo que vemos. Intuitivamente realizamos un análisis de confianza y respondemos a él. Si interpretamos que existen patrones de manipulación o coacción  espontáneamente nos alejamos y nos centramos en cómo gestionar  los riesgos, la auto-preservación y en evitar daños.  Si, por el contrario, esa persona promueve patrones de seguridad a través de la persuasión respondemos con compromiso, confianza y una mayor productividad.  No confiamos en el poder, nos apoyamos en el poder de la confianza.

Si queremos ser mejores líderes necesitamos tanto el carácter como la competencia: el primero para influir positivamente y el segundo para influir con eficacia. Son necesarios ambos. El poseer uno de e no cancela la necesidad del otro o compensa por su ausencia. Los líderes no toman decisiones basándose en el carácter o en la competencia, necesitan los dos. Por ejemplo, el juicio es una combinación de integridad y conocimiento, la productividad es una mezcla de disciplina y habilidades, la colaboración combina la humildad y la comunicación.

El carácter es el núcleo, representa lo que realmente somos y lo que defendemos. Representa  una medida básica de nuestros principios morales y del grado en que somos capaces de gobernarnos a nosotros mismos basándonos en nuestros valores y principios éticos. No tiene nada que ver con la experiencia técnica, con el carisma, con la estrategia o con una serie de estratégicas técnicas y profesionales. Ese otro tipo de habilidades. Conocimientos y experiencia se relacionan más con la competencia.

El carácter tiene que ver con qué y cómo pensamos y nos comportamos y con cómo nos tratamos a nosotros mismos y a los demás. Fluye desde el corazón. Convertirnos en buenos líderes requiere un trabajo realizado con honestidad y el esfuerzo social, moral, intelectual y emocional. Es un proceso sencillo, pero no fácil de acometer.

Clark plantea que un modelo de liderazgo basado en el carácter y en la competencia produce 4 tipos de líderes que no tienen nada que ver con el título, la posición o la autoridad, sino que describen cómo un líder siente, piensa y se comporta. Estos son:

1.- GRANDES LÍDERES (ALTO CARÁCTER Y ALTA COMPETENCIA)
Si presentamos altos niveles en los dos aspectos tenemos la oportunidad de marcar una diferencia positiva y sustancial en las vidas de los que nos rodean a través de nuestra influencia y esta debe ser nuestra meta.

Este tipo de líderes es el que la sociedad necesita para avanzar positivamente.

2.- LÍDERES INEFICACES (ALTO CARÁCTER Y BAJA COMPETENCIA)

Un líder ineficaz es aquel que aunque tiene un carácter recto carece de las competencias para serlo. El patrón más frecuente de este tipo de líderes es el de la falta de fuerza más que el de una carencia de intelecto. Los líderes de este tipo tienen una tendencia clara a procrastinar. Sea por miedo, incomodidad o por holgazanería evitan el esfuerzo y rechazan a abandonar sus zonas de confort.

Podemos confiar en este tipo de líderes a título personal pero no profesional. Pueden ser nuestros amigos y podemos sentir un gran afecto por ellos pero no podemos confiar en que nos vayan a liderar de forma eficaz, especialmente en un mundo tan volátil y cambiante como el actual. No nos podemos arriesgar.

3.- LÍDERES FALLIDOS (BAJO CARÁCTER Y BAJA COMPETENCIA)

Se caracterizan por su bajo sentido de responsabilidad. En lugar de reflexionar sobre su desempeño en términos de humildad y apertura ignoran el feedback y no asumen su responsabilidad personal. Esta es la causa raíz de sus fracasos. No son capaces de  retrasar sus gratificaciones inmediatas, de reconocer el valor de sus colaboradores o de respetar los principios del trabajo basado en el esfuerzo y en los logros ganados por el mismo. Sólo tienen una convicción: el sentido de su propia importancia.

Con frecuencia llegan a posiciones de liderazgo a través de los halagos y del intercambio de favores. Son impostores, que no tienen un propósito más allá de sí mismos, que defienden los privilegios basados en su puesto y conexiones porque no pueden reclamar un liderazgo que se centre en sus méritos. Son fariseos dedicados exclusivamente a su imagen y apariencia.

4.- LÍDERES PELIGROSOS (BAJO CARÁCTER Y ALTA COMPETENCIA)

Son aquellos que combinan la inteligencia con un carácter deshonesto. Son personas listas, muy ambiciosas y de moral dudosa,  que son capaces de abandonar la integridad por dinero u otros logros personales y están obsesionadas en maximizar sus beneficios y ganancias personales.

No creen en nadie nada más que en sí mismos por lo que ejercen su influencia a través de la coacción y la manipulación y utilizan a las personas en lugar de servirlas debido a su espíritu mercenario.

Los líderes que no creen en nada suelen acabar, por tanto, estando excesivamente centrados en sí mismos y dedican su vida a perseguir sus intereses personales, pudiendo convertirse en un peligro para los que les rodean. Algunos se convierten en chacales humanos.

Muchos de los líderes que podemos analizar en la historia de la humanidad pertenecen a este grupo. Han sido grandes tiranos que han utilizado ideas grandilocuentes para atraer a las personas bajo su hechizo utilizando el lado oscuro del carisma.

Cuando un líder tiene una alta capacidad y la dirige hacia fines oscuros, egoístas o triviales las personas y el desempeño sufren. El magnate Warren Buffet dice: “Cuando buscamos personas para contratar nos fijamos en tres cualidades: integridad, inteligencia y energía y si seleccionamos a alguien que no tenga la primera las otras dos acabarán con nosotros”.


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